martes, 24 de septiembre de 2013

BLOQUE 4 Psicoanálisis e inconsciente.





La teoría psicoanalítica. Etapas evolutivas del psiquismo.
Los mecanismos de defensa. Estudios de los principales
mecanismos de defensa en la vida cotidiana. La
terapia psicoanalítica.




El psicoanálisis: las teorías de Freud.

Freud afirma que el sujeto no conoce ni controla los mecanismos inconscientes que motivan sus deseos y sus acciones. Entendió que los seres humanos estaban esencialmente constituidos por dos tipos de impulsos o instintos que les guían de manera inconsciente: Eros y Tánatos. Eros o impulso de vida, incluye fuerzas que sirven al placer sexual y a la autoconservación. Tánatos, o el impulso de muerte, es una tendencia a la separación, a la agresión y a la destrucción. Estos impulsos originarios perma­necen reprimidos en el inconsciente y su energía básica ha de ser sublimada, transformada, en acciones aceptables culturalmente.
 
Por «psicoánalisis» se entiende tanto una descrip­ción de la mente humana en sí, como un método de trata­miento de enfermedades nerviosas y psíquicas. La teoría sobre el subconsciente es total­mente imprescindible para entender lo que es el ser humano. 

Freud pensaba que siempre existe un conflicto, entre los instintos y necesidades del hombre y las demandas del mundo que le rodea. No siempre es la razón la que dirige nuestros actos. Es decir, que el hombre no es un ser tan racional como se lo habían imaginado los racionalistas del siglo XVIII. Son a menudo impulsos irracionales los que deciden lo que pen­samos, soñamos y hacemos. Esos impulsos irracionales pueden ser la expresión de instintos o necesidades profun­das. Los instintos sexuales del ser humano, son, por ejem­plo, tan fundamentales como la necesidad del bebé de chupar. 

Freud demostró que esas necesidades básicas pueden «disfrazarse» y dirigir nuestros actos sin que nos demos cuenta de ello. Señala además que los niños pequeños también tienen una especie de sexualidad. Esta demostra­ción de una «sexualidad infantil» hizo reaccionar a la gran burguesía de Viena con gran aversión, y Freud se convirtió en un hombre muy poco apreciado. También observó que muchas formas de neurosis o enfermedades psíquicas podían tener su origen en conflictos en la infancia. Poco a poco fue elaborando un método de tratamiento que po­dríamos llamar «arqueología mental». El psicoterapeuta, con la ayuda del paciente, busca las vivencias que en alguna oca­sión le originaron sufrimientos psíquicos, que el paciente durante años ha intentado olvi­dar, pero que oculta en el inconsciente, ha corroido sus recursos. Sacando a la conciencia esa ex­periencia traumática, él o ella pueden superar el trauma y así curarse. 

Cuando nacemos, damos salida directamente a todas nuestras necesidades físicas y psíquicas. Si no nos dan leche gritamos. También lloramos cuando el pañal está mojado. Nos regimos por el ELLO que se basa en el «principio de placer». Siempre lo llevamos con nosotros, pero con el tiempo aprendemos a controlar nuestros instintos y a adaptarnos a nuestro entorno. Aprendemos a ajustar nuestra conducta con el «principio de la realidad». El YO o conciencia tiene esa función reguladora. Aunque nos ape­tezca una cosa no podemos sentarnos y gritar sin más hasta que nuestros deseos hayan sido satisfechos. Entonces reprimimos nues­tros deseos, lo cual significa que intentemos dejarlos a un lado y olvidarlos. 

Pero Freud contaba con otra «entidad» en la mente humana. Desde pequeños nos topamos con las demandas morales de nuestros padres y del mundo que nos rodea. Cuando hacemos algo mal, los padres dicen: «¡No, así no!» o «¡Qué malo eres!». incluso de mayores arrastramos un eco de ese tipo de demandas morales y de esas conde­nas. Las expectativas morales del entorno penetran hasta dentro, convirtiéndose en una parte de nosotros mismos. Eso es lo que Freud llama el SUPERYO. 

Tras una larga experiencia en el tratamiento de pacientes, Freud llegó a la conclusión de que la consciencia del hombre sólo constituye una pe­queña parte de la mente humana. Lo consciente es como la pequeña punta de un iceberg que asoma por encima de la superficie. Debajo de la superficie está el subconsciente. No tenemos siempre en la parte consciente todas nuestras experiencias y vivencias. A esas cosas que podemos recordar las llamó «lo preconsciente». La expresión «lo subconsciente» la utilizó para cosas que hemos «repri­mido», es decir, cosas que hemos intentado olvidar porque nos eran «desagradables». Estos contenidos reprimidos se manifiestan en los sueños, como neurosis o como actos fallidos.



Otras interpretaciones del inconsciente.

Carl Gustav Jung, uno de los primeros alumnos de Freud, creó un movimiento que designó él mismo como psicología analítica. Como Freud, Jung utilizó el concepto de libido; sin embargo, rechazó el carácter exclusivamente sexual de la libido, y consideró que ésta constituía una energía de carácter universal basada en el conjunto de los instintos y pulsiones creativas que constituyen la fuerza motivadora de la conducta humana.

Según Jung, el inconsciente se compone de dos partes: el inconsciente personal, que contiene el resultado de la experiencia global de un individuo, y el inconsciente colectivo, reserva de la experiencia humana. En el inconsciente colectivo hay una serie de imágenes esenciales, a las que él denomina arquetipos, comunes a todos los individuos de un país o de un momento histórico concreto. Los arquetipos se constituyen así en unidades de conocimiento intuitivo que sólo existen en el inconsciente colectivo del individuo y que se manifiestan en leyendas, obras artísticas, prejuicios sociales… y, por supuesto, en los sueños.

Cuando la mente consciente no contiene imágenes propias, como durante el sueño, o cuando la conciencia es sorprendida (al no estar en guardia), los arquetipos empiezan a funcionar. En su origen, eran modos primitivos de pensamiento que tendían a personificar los procesos naturales en términos mitológicos (como espíritus del bien y del mal, hadas y dragones). La madre y el padre también se establecen como arquetipos básicos.

Otro concepto importante en la teoría de Jung es la existencia de dos tipos básicos y opuestos de personalidad, actitud mental y función psíquica dominante: la extraversión y la introversión. Cuando la libido y el interés general se vuelven hacia las personas y los objetos del mundo exterior, se dice que la persona en cuestión es extrovertida. Cuando se da la tendencia contraria, y la libido y los intereses se centran en el propio individuo, se habla de personalidad introvertida. En una persona completamente normal esas dos tendencias se alternan, sin que ninguna de ellas predomine sobre la otra, pero la libido suele tener preferencia por una de ellas, por lo que los dos tipos de personalidad son fácilmente reconocibles.

Jung rechazó la distinción freudiana entre el yo y el superyó, pero reconoció una parte diferenciada de la personalidad, con ciertas similitudes con el superyó, a la que denominó persona, que consiste en lo que aparentamos frente a los demás, en oposición a lo que en realidad somos. La ‘persona’ es el rol que los individuos eligen representar en la vida, la impresión global que desean transmitir de sí mismos en el mundo social exterior.
Alfred Adler, otro de los discípulos de Freud, se diferenció tanto de éste como de Jung al acentuar la importancia que en la motivación humana tiene el sentimiento de inferioridad, que comienza desde el momento en que el niño es consciente de la existencia de otros más capaces de cuidar de sí mismos y de dominar su entorno. Desde que aparece el sentimiento de inferioridad, el niño trata de superarlo, debido a lo intolerable que le resulta, ya que puede ocasionar el descontrol de los mecanismos compensatorios organizados por la estructura psíquica, determinando actitudes neuróticas egocéntricas (véase Egocentrismo), sobrecompensaciones e, incluso, la huida del mundo real y sus problemas.

Adler hizo hincapié en que los sentimientos de inferioridad nacen de las que él consideraba las tres relaciones más importantes: las que el individuo mantiene con su trabajo, con los amigos y con su objeto amado. El intento de evitar el sentimiento de inferioridad en estas relaciones conduce al individuo a adoptar objetivos vitales poco realistas, que a menudo se manifiestan como una voluntad poco razonable de poder y dominio que conduce a diversos tipos de comportamiento antisocial, desde la intimidación y la presunción a la tiranía política. Adler creía que el análisis podía fomentar un sentimiento sano y razonable de pertenencia a la comunidad, más constructivo que destructivo.

Otto Rank, introdujo una nueva teoría de la neurosis, atribuyendo todas las perturbaciones neuróticas al trauma inicial del nacimiento. En sus últimas investigaciones, describe el desarrollo individual como una progresión desde la absoluta dependencia de la madre y de la familia a la independencia física, que va unida a la dependencia intelectual del entorno social, llegando finalmente a completarse la emancipación intelectual y afectiva del individuo. Rank también daba gran importancia a la voluntad, definida como la organización y la integración positivas de la personalidad que utiliza de forma creativa los impulsos instintivos, al tiempo que los controla e inhibe.

Las últimas innovaciones a la teoría psicoanalítica que merecen mención son las de los psicoanalistas Erich Fromm y Karen Horney . Las teorías de Fromm hacen especial hincapié en la idea de que el individuo y la sociedad no son fuerzas opuestas ni separables, en que la naturaleza de la sociedad viene determinada por su pasado histórico y en que las necesidades y deseos de las personas están en gran medida determinados por su contexto social. Como resultado de este punto de vista, Fromm creía que el problema fundamental de la psicología y del psicoanálisis no era resolver los conflictos entre los fijos e inamovibles impulsos instintivos del individuo y las exigentes e inamovibles leyes y normas sociales, sino armonizar y comprender las relaciones entre ambos. Fromm también hizo hincapié en la importancia que tiene para los individuos desarrollar su capacidad para utilizar plenamente su potencial perceptivo, emocional e intelectual.

Horney trabajó básicamente en el terreno de la psicoterapia (en concreto con las neurosis), estableciendo una distinción básica entre situación neurótica y carácter neurótico. La primera nace de la ansiedad asociada a un conflicto simple, como la necesidad de enfrentarse a una decisión difícil. Aunque pueda paralizar al individuo temporalmente, haciéndole imposible pensar o actuar de forma eficaz, tales neurosis no están profundamente enraizadas. Por el contrario, la personalidad neurótica posee, debido a su carácter, una ansiedad y una hostilidad básicas, fruto de la carencia afectiva durante la infancia.

Klein postuló la existencia de complejas fantasías inconscientes en los niños, incluso de menos de seis meses, cuya principal fuente de ansiedad es la amenaza sobre la propia existencia por el instinto de muerte. Dependiendo de cómo se materialicen las representaciones concretas de las fuerzas destructivas en la vida inconsciente fantaseada por el niño, aparecerían dos primeras actitudes básicas que Klein denominó ‘posición paranoide’ y ‘posición depresiva’. En la paranoide, la defensa del yo se realiza proyectando los objetos internos peligrosos hacia algún elemento exterior que los represente, elemento que pasará a considerarse como una amenaza procedente del mundo exterior. En la depresiva, el objeto amenazador es retenido dentro del propio individuo, con lo que aparecen los síntomas de la depresión y de la hipocondría. Aunque hay serias dudas de que tales complejos infantiles actúen realmente en la mente del niño, estas observaciones han tenido bastante importancia en el desarrollo de la psiquiatría y la psicología de las fantasías inconscientes, delirios paranoides y teorías vinculadas en general con las primeras relaciones objetales.



Los mecanismos de defensa.

Los mecanismos de defensa, son mecanismos inconscientes que se encargan de minimizar las consecuencias de un evento demasiado intenso, para que el individuo pueda seguir funcionando normalmente.

El individuo está compuesto por una serie de fuerzas que deben mantenerse en equilibrio, como las características instintivas, las genéticas, los factores del desarrollo (medio ambiente, formación, experiencia). Una de las maneras de resguardar este equilibrio es mediante los mecanismos de defensa.

Entre los mecanismos de defensa se incluyen: la condensación, el desplazamiento, la disociación, la formación reactiva, la negación, la proyección, la racionalización, la represión, la sublimación, la regresión, el aislamiento.

Sublimación:
El impulso se canaliza hacia una forma más aceptable, es derivada hacia un nuevo fin. Una pulsión sexual se sublima hacia una finalidad no sexual, apuntando a objetos valorados socialmente, como la actividad artística y la investigación intelectual. Por ejemplo, el deseo de un niño por la exhibición, puede sublimarse mediante una carrera en el teatro.

Represión:
Es el mecanismo por el cual el inconsciente borra eventos y pensamientos que serían dolorosos si se mantuvieran en el nivel conciente. Por ejemplo, el olvido del cumpleaños de un familiar fallecido.

Proyección:
Los sentimientos o ideas estresantes, son proyectados hacia otras personas u objetos cercanos.

Negación:
Es el mecanismo por el cual el sujeto trata aspectos evidentes de la realidad como si no existieran.

Introyección:
Es el mecanismo por el cual una persona incorpora elementos de la personalidad de otra.

Regresión:
Es un mecanismo que lleva a retomar el nivel de desarrollo anterior, más infantil. Por ejemplo, el comportamiento de los niños cuando nace un hermano (chuparse el dedo, orinarse, etc.).

Formación reactiva:
Detiene la aparición de un pensamiento doloroso, sustituyéndolo por otro más agradable.

Aislamiento:
Es un mecanismo por el cual se divorcian los recuerdos de los sentimientos, como manera de soportar los hechos.

Desplazamiento:
Es un mecanismo por el cual, se desprende un hecho o persona de los sentimientos asociados, y éstos son adjudicados a otro hecho o persona. Es lo que suele suceder con las personas que desquitan sus frustraciones con sus mascotas.

Condensación:
Es un mecanismo por el cual, elementos del inconsciente se reúnen en una sola imagen u objeto. Consiste en la concentración de varios significados en un único símbolo.

Racionalización:
Se sustituye una razón real que no es aceptable, por otra que resulte aceptable.

Cuando estas técnicas no son suficientes, se experimentan desequilibrios como estrés y respuestas neuróticas como ansiedad y/o depresión, que frecuentemente son acompañadas por disfunciones biológicas, pérdida de sueño o apetito, enfermedades psicosomáticas como úlceras, etc. También pueden presentarse otras conductas más graves como el suicidio y los trastornos delirantes.





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